Por Guillermo Kellmer gkellmer@clarin.com
Triunvirato y Avenida de los Incas. Puede ser por la mañana o por la tarde. Colectivos de diez líneas distintas apuntan a sus paradas. Las bocinas de los autos se confunden y convierten en tenue el sonido de una alarma que se le disparó a otro coche. A lo lejos, ruge una excavadora que prepara nuevas estaciones de subte. Al canillita que apostó su quiosco en la puerta de la estación De los Incas se le hace casi imposible dialogar con sus clientes.La escena puede repetirse en cualquier momento del día no muy lejos de allí. Por Cabildo y Juramento pasan 11 líneas de colectivo, los coches también tocan bocina y un canillita vende sus diarios con señas. Pueden encontrarse otras coincidencias entre ambas esquinas de la Ciudad. Una sobresale claramente sobre el resto: el ruido.De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), el oído humano tolera hasta 70 decibeles, aunque el tope normal es de 40 decibeles. En las esquinas antes citadas los valores varían entre los 79,3 y 80,7 decibeles.
El ruido es, paradójicamente,
una contaminación silenciosa. Y como tal, pasa inadvertida. Sin embargo, es la que produce más trastornos en la salud de la gente. Casi nadie en Buenos Aires puede sentirse ajeno a la polución sonora. Se estima que el 90% de la gente está expuesta a los males que genera el ruido, que van desde la paulatina pérdida de la audición hasta trastornos psicológicos, cardiovasculares y hasta hipertensión.Los datos se desprenden de las mediciones que periódicamente realiza Oír Mejor, una asociación civil sin fines de lucro reconocida por sus estudios técnicos en la materia. Si bien sus relevamientos suelen dar a la esquina de Corrientes y Madero como la más ruidosa de la Ciudad, un nuevo informe se detuvo en zonas en la que se ve afectada un porcentaje mayor de gente. "Los números no varían mucho en los últimos años", explica Silvia Cabeza, presidenta de Oír Mejor. "Los niveles de contaminación ambiental en Buenos Aires son altísimos hace tiempo. Y buscar soluciones es tan importante como concientizar a la gente de que todos tenemos un poco de culpa", agrega.En Europa dieron los dos pasos casi al mismo tiempo. Un estudio del Parlamento Europeo dictaminó que la polución ambiental producía pérdidas anuales por alrededor de 38.000 millones de euros. El mismo Parlamento es tableció en 2002 que todas las ciudades con más de 250 mil habitantes tendrán que tener para julio del año próximo un mapa de ruido. Muchos países adelantaron los tiempos y con el diagnóstico en mano consiguieron bajar al 42% la cantidad de gente afectada.En Buenos Aires, donde el porcentaje es del 90%, se están dando los primeros pasos. A principios de 2005, la Legislatura porteña sancionó la Ley 1.540 de Control de Contaminación Acústica, que obliga a la Comuna a medir el grado de contaminación y proponer soluciones. Para lo primero, le encomendó a Oír Mejor la composición de un mapa de ruido de la Ciudad, con las mismas técnicas que se utilizan en Europa."El trabajo lo están realizando especialistas de la Universidad Politécnica de Madrid. Se aplica un software que combina varios elementos como volumen de tránsito, velocidades medias, pendiente de las calles y los materiales de construcción de los edificios linderos", explica Silvia Cabeza.El Gobierno porteño promete tener listo el mapa que toma un 10% de la Ciudad, la zona más crítica para el mes próximo. ¿Y entonces? "El sistema con que se realiza el mapa permite modificar variables, ensayar y ver qué pasa cuando se aplica una variante", expresa Horacio Walter, director de Política Ambiental de la Ciudad. "Yo estoy convencido de que lo primero que habría que hacer, y no sería nada sencillo, es apuntar a modernizar el parque automotor. Pero otras variables que puede evaluar el sistema es peatonalizar ciertas zonas, cambiar el recorrido de líneas de colectivos o renovar la capa asfáltica de toda la Ciudad", agrega el funcionario.A la espera de soluciones más concretas, el Gobierno porteño se mueve con controles y sanciones. En lo que va del año, según fuentes del Ministerio de Gobierno, se realizaron 10.689 inspecciones por ruidos o vibraciones, se labraron 1.118 actas y hubo 30 clausuras. Se apunta a vehículos que en la calle superen los límites de ruido permitido y establecimientos y locales. En este caso, puede tratarse de un elemento del lugar como por ejemplo, un aire acondicionado que genere ruidos molestos.
Acciones al margen, muchos de los que están siendo afectados ni siquiera lo saben.Y hay varios síntomas visibles que son causales del ruido en exceso. "Las señales de alarma a las que hay que prestar atención son zumbidos en el oído, disminución de la sensibilidad auditiva, fatiga, alteración del sueño y disminución del rendimiento laboral o intelectual", explica el otorrinolaringólogo Daniel Pérez Gramajo.Y amplía: "El ruido constante actúa como encrespador del sistema nervioso. Puede causar estrés, cefaleas y afecciones cardiovasculares como aumento del ritmo cardíaco e hipertensión."
Subtes.Ninguna de las cinco líneas supera los 85 decibeles, según Juan Pablo Ordóñez, vocero de Metrovías. Para bajar los niveles de ruido se colocaron en las líneas C y D paneles fonoabsorbentes y un sistema que lubrica las curvas para mejorar la fricción de las ruedas sobre los rieles.
Colectivos. Una de las principales causas de la contaminación sonora es la antigüedad del parque automotor. Según la Secretaría de Transporte de la Nación hoy la flota de 136 líneas de colectivos que unen Capital con el GBA tiene una antigüedad promedio de 8,3 años y en 2004 era de 7,8.
Aviones. La Organización de la Aviación Civil Internacional (OACI) prohibió desde 2002 el vuelo de aviones comerciales Capítulo 2 por su antigüedad. En Buenos Aires la medida se pospuso hasta 2010. Y aviones de Lan Chile que no pueden operar en su país lo hacen libremente en Aeroparque.
Trenes, camiones y tractores. El ruido es acaso imperceptible. Una recordada secuencia de la película Mahler, dirigida por Ken Russell sobre el compositor checo, lo muestra alejándose de toda interferencia sonora para poder componer su música, aislado en una finca del campo. Pero su fino oído no puede escapar al canto de los pájaros, un coro lejano en una aldea. En minutos, es presa del caos de silencio que respira alrededor. Si transportamos esta escena al porteño de hoy, habrá que decir que debe ser sordo. Sólo un habituado a la tortura sistemática de trenes, camiones y tractores, bocinas y gritos, puede ignorar en Buenos Aires, una de las ciudades con más polución sonora del planeta, los riesgos que corre su salud física y mental.
Guillermo Allerand
gallerand@clarin.com