THE NEW YORK TIMES. ESPECIAL PARA CLARIN. Poco después de asumir su cargo en la Reserva Federal de los EE.UU., Alan Greenspan declaró que, ante el riesgo de inflación, preferiría equivocarse "por demasiada restricción" que por demasiado estímulo. Y lo hizo. En la primera oportunidad, en agosto de 1987, elevó las tasas de interés de corto plazo en respuesta a un aumento apenas modesto de los precios al consumidor, decisión que contribuyó a la caída de la Bolsa sólo dos meses más tarde. Ben S. Bernanke, que presidirá la Fed desde febrero, casi seguramente seguirá los pasos de Greenspan, aumentando las tasas en su primera reunión del 2006. Pero, más allá de esas similitudes, Bernanke se enfrenta con circunstancias muy distintas a las que rodearon a Greenspan hace 18 años. "Evidentemente, la inflación no acecha de la misma manera que antes", dice Edward Gramlich, hasta hace poco gobernador de la Fed y hoy decano de la Universidad de Michigan. "Las relaciones son diferentes y Bernanke tendrá que pensar cómo actuar".
Combinación.Tal vez, las mayores diferencias residen en el surgimiento de una producción globalizada, y en la mayor facilidad para acceder al capital, en particular extranjero. A eso se suma el debilitamiento del poder de negociación de los trabajadores. Combinados, esos factores hacen perder fuerza a la inflación clásica, en la que la demanda supera la oferta y suben cada vez más los precios y los salarios, hasta que la Fed le pone frenos la economía.La que ahora se presenta como una de las grandes amenazas para la economía es, en cambio, una inflación de nuevo tipo, como lo evidencian la burbuja bursátil de fines de la década de 1990 y la suba de precios de las viviendas en esta década. Esta "espiral de precios de un activo" se está mostrando mucho más resistente que la inflación tradicional a la herramienta estándar de la Fed, la baja de tasas. Por su parte, Bernanke es partidario de la fijación explícita de metas de inflación, técnica de ajuste de intereses que tiene por objeto mantener las presiones inflacionarias dentro de un rango limitado. También ha afirmado, como Greenspan, que no se propone utilizar las tasas de interés prematuramente para pinchar una burbuja de activos. Pero ha sugerido que está dispuesto a usar otra caja de herramientas para combatir la nueva inflación.Lo que hace subir los precios de los activos, según Bernanke y otros, es "la disposición de los prestamistas a entrar en tipos de préstamos más riesgosos, que engordan el mercado inmobiliario y no responden mucho a las tasas de interés", explica Mark Zandi, de Economy.com.Eso se debe a que en los últimos años se han desarrollado técnicas que les permiten a los prestamistas cubrirse contra la vulnerabilidad: trasladan a otros el riesgo de default. Los prestamistas operan en mercados sofisticados en los que miles de inversores individuales pueden comprar partes del crédito original y, con ello, parte del riesgo. Antes, el peligro de default cuando subían las tasas tendía a desalentar las colocaciones demasiado riesgosas. El que prestaba, por lo general un banco, conservaba el préstamo y corría todo el riesgo. En respuesta a la técnica de trasladar el riesgo, Bernanke, ha agitado la posibilidad de recurrir a regulaciones ("políticas microrregulatorias"). "Hay dos maneras de abordar las burbujas: una es la política de tasas de interés. La otra es la política microrregulatoria", declaró en una entrevista. "La política microrregulatoria es de lejos, el mejor enfoque, desde mi punto de vista", dijo.
El petróleo arde.El aumento de los precios del petróleo y gas es otra causa de inflación con la que Greenspan no tuvo que lidiar en casi todo su tiempo en el cargo. Muchos economistas afirman que, en circunstancias como ésas, la suba de las tasas de interés es un arma de doble filo. Destacan que el alza de los precios del combustible no está debilitando la demanda de derivados del petróleo. En vez de reducir las compras de nafta y petróleo para calefacción, los consumidores contrarrestan el aumento realizando menos compras de otros productos, como autos y electrodomésticos. Eso desacelera la economía. El aumento de las tasas de interés alienta ese repliegue, lo cual desacelera aun más la economía. No es que Bernanke vaya a recurrir menos que Greenspan a las tasas de interés para evitar que las expectativas inflacionarias vuelvan a regir el comportamiento de individuos y empresas. Esto pasa cuando los precios suben descontroladamente, como sucedió durante los shocks petroleros de los 70, y la gente se apura a comprar.Esa demanda intensificada genera más aumentos de precios, y luego de salarios, hasta que la Fed, en respuesta, sube tanto las tasas de interés que la economía se plancha y la demanda finalmente se desinfla.Paul S. Volcker siguió ese camino como presidente de la Fed en los 80; y lo hizo también su sucesor, Greenspan, que elevó las tasas casi un 10% en sus primeros tres años, contribuyendo así a la recesión de los 90. Bernanke no tiene intención de revertir esa firmeza. Pero su discurso difiere del de Volcker y Greenspan. Ellos tenían ante sí una economía más cerrada, menos globalizada. Si los industriales del país usaban toda su capacidad y aún así no podían satisfacer la demanda, se consideraba que la escasez era inflacionaria.Eso hizo de la utilización de capacidad un concepto mucho más mentado en los primeros tiempos de Greenspan. Ahora raramente se lo menciona, por lo mismo. La capacidad de otros países se vuelca a los EE.UU. En 1987, las fábricas de este país proveían el 95% de lo que los estadounidenses consumían; hoy proveen menos del 80%. Otro pilar de la inflación solía ser la presión salarial, mayor cuanto más bajaba el desempleo, No mucho tiempo después de que Greenspan asumió, el índice de desempleo bajó a menos del 6% y siguió bajando, clásicamente un signo de que la falta de trabajadores les iba a dar fuerza para negociar aumentos de salarios.Los economistas libraron interminables discusiones acerca de cuánto podría bajar el desempleo sin que la inflación rebrotara. Lo llamaban "tasa de desempleo no inflacionaria", otro concepto económico que ahora casi ni se menciona.Ese equilibrio tenía que ver con escaseces de mano de obra que después han disminuido, en la medida en que el crecimiento de la producción de bienes y servicios se ha trasladado al exterior, mundializando de hecho la oferta de trabajo del país. El desempleo está a menos del 5,5% desde febrero, pero en vez de subir, el salario mediano ajustado por inflación ha caído.
Capital extranjero disponible. La Fed también respondía mucho más en los 80 a la potencial escasez de capitales. Preocupaba que los inversores estadounidenses no pudieran financiar el creciente déficit presupuestario del gobierno de Reagan y las necesidades de crédito del sector privado. La competencia por la oferta limitada de fondos es otro concepto hoy descartado en la medida en que extranjeros, en particular los chinos, ponen sus ahorros en papeles del Tesoro. En 1987, el 15% de todos los bonos de Tesoro estaban en manos de extranjeros; hoy, el 45%. Por cierto, el tránsito gradual a una economía más globalizada y la mayor mundialización de los mercados de capitales no han dejado al banco central sin inflación que combatir. Pero la dinámica ha cambiado. "Algunas veces la gente ignora al resto del mundo y piensa en los EE.UU. como una isla", dice Alan S. Blinder, economista de la Universidad de Princeton y ex gobernador de la Fed. "Es es claramente incorrecto"O se puede ver a los EE.UU. como un gran corcho que flota en un imaginario mar que es la economía mundial", dice Blinder. "Eso también es incorrecto".
TRADUCCION DE CLAUDIA GILMAN