Sólo en la ciudad de Buenos Aires hay cerca de 3000 chicos que por diversas razones no viven con su familia: están en hogares de tránsito, institutos de menores o directamente en la calle. Especialistas del Gobierno y de las organizaciones civiles coinciden en que falta una campaña activa que convoque a familias dispuestas a recibirlos en calidad de "acogimiento". Se trata de un recurso que no equivale a las figuras de familia sustituta, adopción o pequeño hogar, pero que les permitiría a esos chicos crecer y desarrollarse en un ambiente de afecto y no en instituciones mientras esperan volver a su familia biológica, una vez superada la crisis que provocó la separación, o ser adoptados, si la Justicia así lo determina.
"No hay una convocatoria sostenida de familias. Y si faltan es porque no se las busca activamente", se quejó Matilde Luna, psicóloga y magíster en minoridad y familia. "Podrían vivir en un hogar si el sistema de acogimiento familiar fuera una salida al alcance de todos."
Este tipo de asistencia a la niñez en peligro se aplica hasta ahora en sólo 830 casos: 530 dependen del Consejo de los Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes y 300 están dentro de la órbita del Consejo Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia.
Ayer se pronunció sobre este tema el arzobispo de Buenos Aires, cardenal Jorge Bergoglio, que reclamó a las autoridades, mediante una "Carta por la niñez" que envió desde Roma y se repartió entre los jóvenes reunidos en Luján, respuestas inmediatas al "vía crucis" de los niños de la calle, y advirtió que esa situación es "la expresión cabal de la injusticia y del fracaso institucional" (ver aparte).
"Cuando los chicos están privados de su medio familiar, por situaciones de violencia, de enfermedad o de abandono, se busca que alguien de su familia ampliada o de su barrio se haga cargo de ellos", señaló la titular del Consejo de los Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes porteño, María Elena Naddeo. Precisó que esta estrategia comunitaria, que utilizan las defensorías porteñas, alcanzó a 530 chicos entre 2003 y 2004. "Es complejo porque requiere de mucho trabajo con ambas familias, pero es muy superior en calidad a cualquier internación", sostuvo Naddeo.
"No debería haber ningún niño internado. Las crisis de los adultos victimizan a los chicos aislándolos en una institución cuando necesitan estar en familia", afirmó Luna, que está por lanzar su cuarto libro sobre acogida y es una referente en el tema.
La demanda en el Consejo Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia es incesante. Hay días en que reciben a seis chicos que no pueden convivir con sus padres. "Para mí, el acogimiento es la mejor forma de atender a estos niños, que pueden vivir en un modelo familiar. Es el menor daño que se les puede hacer a estos chicos? Nuestra intención es que sea el abordaje prioritario, pero nos faltan familias", lamentó la psicóloga Norma Garbarini, directora de Tratamiento Familiar del organismo.
Su servicio se especializa en tratamientos familiares alternativos: cuentan con un programa de Acompañamiento para el Maternaje, que sostiene intensivamente a 42 familias para evitar su desmembramiento; trabajan con 60 familias ampliadas, donde los chicos permanecen con tíos, abuelos o parientes sanguíneos, y tienen 250 familias cuidadoras temporarias de corto o largo plazo, que albergan a chicos desde seis meses hasta años.
Respeto por sus vínculos
La familia de acogida evita la institucionalización y respeta e intenta restaurar el vínculo del chico con su familia. No es una adopción: los padres de la enorme mayoría de estos chicos no expresaron su voluntad de darlos en adopción. La acogida brinda al niño un espacio de contención afectivo, educativo y material sin borrar sus verdaderos lazos familiares. Se sabe: los tiempos de la justicia exceden, muchas veces, los del corazón. Y con esta alternativa podría demorarse la resolución judicial, pero, mientras tanto, al chico no le falta el amor de una familia.
Conviene aclarar que no se trata de una alternativa adaptable a todas las situaciones: aunque son minoría, hay chicos con graves problemas de conducta o enfermedades psiquiátricas que requieren otras intervenciones.
Todos los actores de esta historia merecen atención. El chico, claro está, es el protagonista. Pero también importa su familia de origen, que necesita ser recompuesta y apuntalada en su estructura. E igual atención merece la familia acogedora, que requiere sostén en esta tarea solidaria.