Un chico de cinco años que hoy ingresa en el preescolar permanecerá en promedio 17 años en el sistema, el mayor valor de América latina y no muy lejano del de los países desarrollados. Pero esta buena noticia se ve muy empañada por los serios problemas de equidad y calidad que la acompañan y que, para colmo de males, están vinculados entre sí.
En la educación básica (inicial, primaria y media) no sólo la escolarización es muy desigual entre sectores sociales, sino también la calidad de la educación recibida. Cuanto menor es el nivel socioeconómico de los chicos, peor es la calidad de las escuelas a las que asisten, tanto en los edificios y recursos didácticos como en los equipos docentes y en la interacción social.
Por ello el principal desafío en materia de calidad lo es también de equidad, y consiste en mejorar sustancialmente la dotación de recursos físicos, humanos y sociales de las escuelas a las que asisten los chicos y chicas de menores recursos.
El flamante proyecto de financiamiento educativo abre una ventana de oportunidad que sólo se verá realizada si se establece mucho más claramente la prioridad que debe otorgarse a los sectores de menores recursos.
Por cierto, estos cruciales objetivos no agotan las políticas de promoción de la calidad de la educación básica.
Las pruebas internacionales en las que participó la Argentina (PISA 2000 y Pirls 2001) mostraron a nuestro país encabezando el reducido lote latinoamericano que se atreve a participar en ellas, pero un 20% por debajo de los países desarrollados. Esta distancia afecta también a alumnos de niveles socioeconómicos medios y altos.
Son varias las respuestas que caben. Algunas se han puesto en marcha durante la actual gestión educativa nacional, tales como la definición de los Núcleos de Aprendizaje Prioritarios y la política para los institutos de formación docente votada por el Consejo Federal.
Otra es avanzar en el profesorado con dedicación en la enseñanza media. Y también sería importante volver a crear una instancia nacional de promoción y evaluación de la calidad, apolítica y dirigida por los principales pedagogos de la Argentina, entidad insólitamente disuelta en 2002.
Un cuarto aspecto es hacer de las evaluaciones un instrumento no competitivo, sino constructivo de la equidad y la calidad. Para ello es necesario volver a los operativos nacionales sobre bases censales, y no muestrales, porque de lo contrario no puede seguirse la evolución del desempeño de cada escuela ni devolverlos a ellas.
Estos pasos permitirían recentrar la política educativa en el lugar del que nunca debió separarse, que es el de las escuelas, y diseñar programas a medida de cada una de ellas, incluyendo en un lugar privilegiado la capacitación docente.
El autor es miembro de número de la Academia Nacional de Educación.