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Noticias de Apinta

  • 16-08-2005

    Las venas abiertas de la Amazonia

    La selva brasileña tiene al menos 95.355 kilómetros de carreteras ilegales, diez veces más que las vías oficiales.
    Clarín

    Son brazos de tierra, de barro. Algunos tramos están asfaltados. En otros aterrizan los aviones privados de las mafias madereras. Todos tienen un denominador común: son ilegales. Las carreteras no oficiales de la Amazonia suman un mínimo de 95.355 kilómetros, según el último informe del Instituto del Hombre y Medio Ambiente de la Amazonia (Imazon). Pero esta cifra parece ser apenas la punta del iceberg de la deforestación. El estudio apenas cartografió 1,3 millones de kilómetros cuadrados, un 28% de la superficie de la Amazonia brasileña, un área comprendida entre los estados de Acre, Rondonia, Amazonas, Mato Grosso y Pará.

    UNA CIFRA ALARMANTE. Las vías ilegales equivalen a diez veces el número de carreteras legales de la zona, 10.190 kilómetros. A 2,3 veces la circunferencia terrestre. "Estas carreteras generan gravísimos conflictos medioambientales y humanos. Son la vía de entrada de la deforestación y el crimen", asegura el biólogo Adalberto Veríssimo, uno de los autores del estudio.

    DEFORESTACIÓN RÉCORD. El informe de Imazon supone un nuevo palo para el Gobierno Lula, pues los datos de deforestación del 2004 - 26.130 kilómetros cuadrados- fueron los segundos peores resultados de la historia. Además, la cifra reconocida por el Gobierno brasileño es inferior a la real, pues dejaron fuera de su estudio un 7% de la superficie amazónica. "Hay ministerios como el de Agricultura que incentivan obras de infraestructura que estimulan la deforestación", asegura Márcio Santilli, del Instituto Socioambiental.

    CARRETERAS ILEGALES. La situación es especialmente grave en el estado de Pará, donde en febrero fue asesinada la misionera estadounidense Dorothy Stang. El estudio del Imazon revela que hay 61.798 kilómetros de carreteras ilegales, cuando en 1990 apenas había 5.000 kilómetros. La relación carreteras-deforestación está más que probada. "El 75% de las áreas de selva devastadas se localizan junto a carreteras", afirma Gisella Mussini, una de las investigadoras que representó a Brasil en la última Conferencia del Clima en Buenos Aires. La célebre Transamazónica, construida en 1971 bajo el lema de una tierra sin hombres para hombres sin tierra, es la mayor prueba: se convirtió en la plataforma perfecta para los bulldozers, que ya ha arrasando el 17,5% de la Amazonia, según el Fondo Mundial de la Naturaleza (WWF).

    MUNICIPIOS FANTASMAS. Las carreteras no oficiales, con sus garras de barro, modifican para siempre la orografía de la selva. El informe de Imazon comprueba que han perforado selva virgen, reservas naturales como la de Tapajós y reservas indígenas. "Han avanzado en tierras de los kayapó, los bacajá y los apyterewa", afirma Veríssimo. Por si fuera poco, algunos ayuntamientos municipalizan las carreteras ilegales. Es más: muchos nuevos municipios son ilegales. Sólo en Pará, el número de municipios ha crecido de 83 a 143 desde 1980. Entre ellos, una cada vez más tupida red de carreteras ilegales. LATIFUNDISTAS Y MULTINACIONALES. Alguna, como la Carretera del Oro que sale de Novo Progresso (una de las localidades con mayor índice se deforestación de Brasil), se construyeron en los ochenta, en plena fiebre del oro. Sin embargo, la mayoría son recientes. La financiación corre a cuenta de los latifundistas. De multinacionales. E incluso de políticos. La Vanguardia recorrió escoltada por la Policía Federal unos 300 kilómetros de una carretera que comunica Marabá con São Félix do Xingú (en Pará) que no aparecía en ningún mapa. La devastación es indescriptible: tierra incendiada, pastos vacíos, tiendas de motosierras. Incluso comprobamos la existencia de una localidad fantasma, Cuatro Bocas, de varios miles de personas.

    CORRUPCIÓN AMBIENTAL Y SANGRE. "Las madereras, protegidas por la impunidad judicial, se creen que esto era una farra", afirma Edson Guillet, sociólogo del Instituto Brasileño de Medio Ambiente (Ibama). Sólo en el sur de Pará operan, según el Ibama, 1.200 madereras ilegales. Y de los 1,400 Planes de Manejo Forestal heredados del Gobierno anterior, el Ibama ha suspendido por irregularidades todos menos 73.

    ¿MATO GROSSO O FAR WEST? La corrupción es especialmente grave en el estado de Mato Grosso, donde la red de carreteras ilegales cuenta con 16.709 km y el área deforestada en el 2004 alcanzó 10.400 km2 (el 48,1% del total). La Policía Federal detuvo en junio a la directiva del Ibama de Mato Grosso y a 47 funcionarios acusados de facilitar permisos de deforestación ilegales. Para Antonio Canuto, de la directiva de la Comisión Pastoral de la Tierra, lo preocupante es la violencia que genera la deforestación. En los últimos 20 años en el Amazonia han asesinado a 1.349 campesinos y activistas ambientales que se opusieron.

    CARRETERA AL INFIERNO. Paradójicamente, la nueva autopista al infierno amazónico es legal. Se llama BR-163. Y transcurre casi desde Bolivia hasta Santarém, en el Amazonas. Por ella circula la mayoría de la soja que Brasil exporta. Los intereses son tan grandes que el Gobierno de Mato Grosso se ha ofrecido a asfaltar el tramo final, en el estado de Pará. “Significaría el fin de millones de hectáreas de bosque virgen”, dice Adré Muggiati (Greenpeace). Decenas de miles de personas que llegaron seducidos por el nuevo oro verde ocupan ilegalmente tierras públicas a ambos lados de la BR-163. Y la mafia notarial vende en la región tierras conseguidas con títulos de propiedad falsos a multinacionales como la Wood Resources LTD.

    EL QUE MÁS LUCRA. Las asociaciones ambientales culpan a Blário Borges Maggi, Gobernador de Mato Grosso, de la hecatombe amazónica. Blário, al que Greenpeace le acaba de entregar una motosierra de oro en señal de protesta, es conocido como el rey de la soja. El grupo Amaggi controla 50.000 hectáreas de soja (5,2% de Brasil, segundo país exportador del mundo); 12.000 de maíz; 2.500 de algodón. Mientras la Amazonia se desangra, Blário Borges factura 600 millones de dólares anuales. Y sigue soñando con una impoluta autopista de la soja que cercene la selva. Desde Bolivia al Amazonas.

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