26-07-2005
Los dilemas de la economía mundial
Los dilemas que presenta la inflación mundial
El euro no pudo respaldar la baja del dólar y Estados Unidos tiene que recurrir a un apriete monetario mundial para frenar la inflación que generó con
su deuda. La revaluación del yuan chino va en esa dirección, pero es absolutamente insuficiente, lo mismo si se produjera la forzada revaluación de las otras monedas, entre ellas la del peso argentino, como ya se produjo la del real y, en menor medida, del peso mexicano.
En las ediciones de ayer de “Clarín” y “La Nación” apareció el comentario de “The Economist” sobre la economía argentina. “Clarín” tituló (pág. 2): “La asombrosa recuperación de la Argentina” y “La Nación Ec.” (pág. 5): “La Argentina/ faltan inversiones privadas. Se mantiene el desequilibrio. Las recuperación económica no se refleja en mejores escuelas e infraestructura”, lo que muestra en cada caso un particular enfoque que el lector puede deducir por sí mismo. Lo importante es que la nota dice que “las señales de la sorprendente recuperación económica son difíciles de ignorar”, porque “desde el colapso ocurrido entre 2001 y 2002, la economía ha crecido un 25%”.
“The Economist” señala que “aunque la economía haya recuperado su volumen, es muy distinta de la que existía antes. Algunos de los desequilibrios de los noventa se han subsanado: el déficit del presupuesto se ha transformado en ganancias, la devaluación ha hecho que se eleven las exportaciones y se ha reestructurado la deuda pública”. Después de citar la opinión de Miguel Braun, del Cippec (“es un país menos riesgoso, menos volátil de lo que era antes”), “The Economist” sigue así: “sin embargo, muchos argentinos comunes ven un país más desigual, menos próspero y más inseguro...”
Después de señalar que el Estado recibe ahora cinco puntos porcentuales más del PBI (del 22 a 27%), “The Economist” dice que el gobierno fue tacaño con sus trabajadores y que “el incumplimiento de los contratos firmados por el gobierno y la hostilidad contra las empresas extranjeras desalientan las grandes inversiones privadas”, pero que “la iniquidad, la inseguridad laboral y el bajo nivel de inversiones no son ni en lo más mínimo problemas exclusivamente argentinos”.
El gobierno, que quiere confrontar al electorado entre los programas del pasado y del presente en las próximas elecciones legislativas, debería divulgar los comentarios de “The Economist”, que nunca ha sido una fuente amistosa hacia Kirchner. Dicho comentario debería vincularse también con las exigencias que el FMI le planteó al secretario de Finanzas, Guillermo Nielsen, al iniciar las negociaciones para un acuerdo. En todos los puntos, el FMI repite las mismas recetas que condujeron a la burbuja de deuda y demanda e inversión financiera que terminaron en la devaluación, mientras que para sostener el crecimiento actual, la política monetaria no puede ser tan estrecha, aunque eso cueste algunos puntos de inflación, porque si se siguiera el otro criterio, junto al aumento del superávit destinado a asegurar el pago de la deuda, la economía volvería a deprimirse, empeoraría la situación social y tampoco podría pagarse la deuda reprogramada.
En realidad, el propio “The Economist” cuestiona las razones del FMI. Después de la crisis, la Argentina se volvió más pobre y más desigual y quedó con los mismos problemas que sus vecinos latinoamericanos, a muchos de los cuales el Fondo exhibe como ejemplos a seguir de la misma manera que lo hizo con la Argentina hasta un minuto antes de la catástrofe. Al FMI no le importa el crecimiento ni la pobreza; lo que le interesa es asegurar el cobro de la deuda. Pero esta fórmula es hoy, en todo el mundo, más contradictoria que nunca.
El 11 de febrero pasado, el presidente George Bush dijo que, tal como estaba, “el Seguro Social empezaría a quedarse sin fondos en el 2018”. ¿Por qué podría suceder tal cosa? El Tesoro de los Estados Unidos cubre su descomunal déficit de 500.000 millones de dólares con deuda, emitiendo bonos. Una de las cosas que está haciendo es entregarle esos bonos al Seguro Social a cambio del dinero de los aportes de los trabajadores. Al recibir los bonos, el Seguro Social no está en quiebra; simplemente tiene un enorme superávit en bonos del Tesoro. Si, como quiere Bush, el Seguro Social se privatizara, se convertiría en un fondo de inversión. Ahora bien, las acciones y los fondos de inversión son colocaciones más sujetas a cambios coyunturales, como lo demostró la crisis bursátil mundial del 2000-2003. Los bonos son siempre más recuperables a largo plazo, porque son soberanos; las circunstancias actuales enfrentan a unos con otros.
Si se privatizara el Seguro Social se reanimaría de una manera más sostenida a las acciones y fondos de inversión. Pero los dólares originalmente aportados por los trabajadores irían a parar a la Bolsa, mientras que la deuda en bonos seguiría aumentando, y lo está haciendo a costa de una transferencia diaria de 3.500 a 4.000 millones de dólares para cubrir la suma de los déficit gemelos.
En el Foro Económico de Davos de una semana antes de que el presidente Bush hiciera su cálculo sobre el futuro del Seguro Social, se planteó que esa política económica no era sostenible y que si continuaba, al absorber el capital mundial, Estados Unidos llevaría al mundo a una gran recesión.
La situación ahora empieza a cambiar. El euro no pudo respaldar la baja del dólar y Estados Unidos tiene que recurrir a un apriete monetario mundial para frenar la inflación que generó con semejante deuda. La revaluación del yuan chino va en esa dirección pero es absolutamente insuficiente, lo mismo si se produjera la forzada revaluación de las otras monedas, entre ellas la del peso argentino, como ya se produjo la del real y, en menor medida, del peso mexicano. Lo importante de la directiva de la dirigencia comunista china es que se trata de un paso más hacia la forma capitalista de mercado de producción en China y tiene un innegable significado estratégico, aunque la revaluación sea minúscula para las necesidades del dólar.
Y la otra cara que muestra es la burbuja de liquidez mundial, que se traslada a las divisas y las monedas, poniendo a las economías nacionales ante la disyuntiva de crecer y superar las presiones inflacionarias con producción y productividad sin admitir un mayor crecimiento de la desigualdad, porque de esa manera seguirían contrayéndose los mercados para el potencial productivo existente, condenando al capital a la reproducción financiera ficticia. La manera de encararlo en el plano nacional es cuidando el salto inflacionario sin ahogar el crecimiento y sin aplastar al mercado masivo, porque si no hay lugar para la inversión productiva, la única que puede reproducirse es la inversión financiera, con las consecuencias que está teniendo la burbuja para la conflictividad económica, social y política mundial.
Carlos Abalo
abalocar@fibertel.com.ar
El euro no pudo respaldar la baja del dólar y Estados Unidos tiene que recurrir a un apriete monetario mundial para frenar la inflación que generó con
su deuda. La revaluación del yuan chino va en esa dirección, pero es absolutamente insuficiente, lo mismo si se produjera la forzada revaluación de las otras monedas, entre ellas la del peso argentino, como ya se produjo la del real y, en menor medida, del peso mexicano.
Diario Río Negro - Río Negro - Argentina
En las ediciones de ayer de “Clarín” y “La Nación” apareció el comentario de “The Economist” sobre la economía argentina. “Clarín” tituló (pág. 2): “La asombrosa recuperación de la Argentina” y “La Nación Ec.” (pág. 5): “La Argentina/ faltan inversiones privadas. Se mantiene el desequilibrio. Las recuperación económica no se refleja en mejores escuelas e infraestructura”, lo que muestra en cada caso un particular enfoque que el lector puede deducir por sí mismo. Lo importante es que la nota dice que “las señales de la sorprendente recuperación económica son difíciles de ignorar”, porque “desde el colapso ocurrido entre 2001 y 2002, la economía ha crecido un 25%”.
“The Economist” señala que “aunque la economía haya recuperado su volumen, es muy distinta de la que existía antes. Algunos de los desequilibrios de los noventa se han subsanado: el déficit del presupuesto se ha transformado en ganancias, la devaluación ha hecho que se eleven las exportaciones y se ha reestructurado la deuda pública”. Después de citar la opinión de Miguel Braun, del Cippec (“es un país menos riesgoso, menos volátil de lo que era antes”), “The Economist” sigue así: “sin embargo, muchos argentinos comunes ven un país más desigual, menos próspero y más inseguro...”
Después de señalar que el Estado recibe ahora cinco puntos porcentuales más del PBI (del 22 a 27%), “The Economist” dice que el gobierno fue tacaño con sus trabajadores y que “el incumplimiento de los contratos firmados por el gobierno y la hostilidad contra las empresas extranjeras desalientan las grandes inversiones privadas”, pero que “la iniquidad, la inseguridad laboral y el bajo nivel de inversiones no son ni en lo más mínimo problemas exclusivamente argentinos”.
El gobierno, que quiere confrontar al electorado entre los programas del pasado y del presente en las próximas elecciones legislativas, debería divulgar los comentarios de “The Economist”, que nunca ha sido una fuente amistosa hacia Kirchner. Dicho comentario debería vincularse también con las exigencias que el FMI le planteó al secretario de Finanzas, Guillermo Nielsen, al iniciar las negociaciones para un acuerdo. En todos los puntos, el FMI repite las mismas recetas que condujeron a la burbuja de deuda y demanda e inversión financiera que terminaron en la devaluación, mientras que para sostener el crecimiento actual, la política monetaria no puede ser tan estrecha, aunque eso cueste algunos puntos de inflación, porque si se siguiera el otro criterio, junto al aumento del superávit destinado a asegurar el pago de la deuda, la economía volvería a deprimirse, empeoraría la situación social y tampoco podría pagarse la deuda reprogramada.
En realidad, el propio “The Economist” cuestiona las razones del FMI. Después de la crisis, la Argentina se volvió más pobre y más desigual y quedó con los mismos problemas que sus vecinos latinoamericanos, a muchos de los cuales el Fondo exhibe como ejemplos a seguir de la misma manera que lo hizo con la Argentina hasta un minuto antes de la catástrofe. Al FMI no le importa el crecimiento ni la pobreza; lo que le interesa es asegurar el cobro de la deuda. Pero esta fórmula es hoy, en todo el mundo, más contradictoria que nunca.
El 11 de febrero pasado, el presidente George Bush dijo que, tal como estaba, “el Seguro Social empezaría a quedarse sin fondos en el 2018”. ¿Por qué podría suceder tal cosa? El Tesoro de los Estados Unidos cubre su descomunal déficit de 500.000 millones de dólares con deuda, emitiendo bonos. Una de las cosas que está haciendo es entregarle esos bonos al Seguro Social a cambio del dinero de los aportes de los trabajadores. Al recibir los bonos, el Seguro Social no está en quiebra; simplemente tiene un enorme superávit en bonos del Tesoro. Si, como quiere Bush, el Seguro Social se privatizara, se convertiría en un fondo de inversión. Ahora bien, las acciones y los fondos de inversión son colocaciones más sujetas a cambios coyunturales, como lo demostró la crisis bursátil mundial del 2000-2003. Los bonos son siempre más recuperables a largo plazo, porque son soberanos; las circunstancias actuales enfrentan a unos con otros.
Si se privatizara el Seguro Social se reanimaría de una manera más sostenida a las acciones y fondos de inversión. Pero los dólares originalmente aportados por los trabajadores irían a parar a la Bolsa, mientras que la deuda en bonos seguiría aumentando, y lo está haciendo a costa de una transferencia diaria de 3.500 a 4.000 millones de dólares para cubrir la suma de los déficit gemelos.
En el Foro Económico de Davos de una semana antes de que el presidente Bush hiciera su cálculo sobre el futuro del Seguro Social, se planteó que esa política económica no era sostenible y que si continuaba, al absorber el capital mundial, Estados Unidos llevaría al mundo a una gran recesión.
La situación ahora empieza a cambiar. El euro no pudo respaldar la baja del dólar y Estados Unidos tiene que recurrir a un apriete monetario mundial para frenar la inflación que generó con semejante deuda. La revaluación del yuan chino va en esa dirección pero es absolutamente insuficiente, lo mismo si se produjera la forzada revaluación de las otras monedas, entre ellas la del peso argentino, como ya se produjo la del real y, en menor medida, del peso mexicano. Lo importante de la directiva de la dirigencia comunista china es que se trata de un paso más hacia la forma capitalista de mercado de producción en China y tiene un innegable significado estratégico, aunque la revaluación sea minúscula para las necesidades del dólar.
Y la otra cara que muestra es la burbuja de liquidez mundial, que se traslada a las divisas y las monedas, poniendo a las economías nacionales ante la disyuntiva de crecer y superar las presiones inflacionarias con producción y productividad sin admitir un mayor crecimiento de la desigualdad, porque de esa manera seguirían contrayéndose los mercados para el potencial productivo existente, condenando al capital a la reproducción financiera ficticia. La manera de encararlo en el plano nacional es cuidando el salto inflacionario sin ahogar el crecimiento y sin aplastar al mercado masivo, porque si no hay lugar para la inversión productiva, la única que puede reproducirse es la inversión financiera, con las consecuencias que está teniendo la burbuja para la conflictividad económica, social y política mundial.
Carlos Abalo
abalocar@fibertel.com.ar