En las calles de tierra del barrio San Ceferino, Florencio Varela, Roberto Gabriel camina orgulloso con su remera de Ronaldo. Es parco de palabra, pero, sin embargo, cortés. Tiene ojos juveniles, bellos. Su último trabajo fue en una verdulería, y lo perdió porque le agarró un ataque de asma que lo mandó dos semanas al hospital. Ahora, su primo ocupa su lugar en el puesto. Roberto Gabriel, de piel tersa y morena, piensa que podría ser estibador. Ya vendió papas, trabajó en limpieza. Pero nunca ganó más de $ 30 por día. Como debía ayudar a su mamá, dejó colgado el último retazo de la primaria. Es el menor de 14 hermanos, de los que sobrevivieron 12.
Roberto Gabriel lo vive todos los días, pero tal vez no lo sepa: él cumple con la descripción del perfil de joven que está en la mayor situación de vulnerabilidad del país. Este, según un estudio reciente del Ministerio de Trabajo sobre desempleo juvenil, es aquel que por su inserción temprana en el mundo laboral debe abandonar sus estudios. En el total nacional urbano se contabilizan unos 154 mil adolescentes en estas condiciones. "La deserción escolar culmina conformando un círculo de pobreza, debido a la dificultad de superar en un contexto de crecientes demandas educativas la barrera del empleo precario, y con ello, de los empleos inestables y de bajos ingresos asociados a la situación de pobreza inicial", afirma el informe.
En las agencias de trabajo temporario, que son la puerta de entrada de los jóvenes al primer empleo, coinciden en que ya no alcanza con la primaria para conseguir un puesto, que los requisitos educacionales han subido. Ahora, hasta para trabajos sencillos, como apiladores u operarios de depósito, las compañías están demandando el certificado analítico del secundario. "Hay empresas que no quieren tomar un chico con materias previas", cuenta Adriana Gagliano, selectora de personal de Servicios Empresariales Argentinos (SEA). La razón es sencilla: hoy los depósitos son más sofisticados, hay que manejar autoelevadores, hacer tareas de logística. "Para lo que hay que hacer una clasificación, se necesita tener un mínimo de preparación, y el que no sabe prender una computadora, directamente no sirve".
"Hay en la Argentina y en todo el mundo un cambio tecnológico que está sesgado hacia los trabajadores no calificados", indica, por su lado, Sebastián Galiani, profesor de Economía de la Universidad de San Andrés. "Ellos tienen pocas posibilidades de encontrar un puesto formal, en una carrera que les mejore el salario", agrega. "Una de las razones por las cuales el mercado pide secundario es porque el diferencial salarial entre los que tienen estudios y no estuvo cayendo en los últimos 15 años. En los ochenta, el que tenía secundario ganaba aproximadamente el doble. Hoy se hizo más barato."
En el cuarto trimestre de 2004 la tasa de desocupación de los jóvenes de 15 a 24 años ascendía al 26,3%, según el estudio de Trabajo, lo que representaba para el total urbano nacional a 718 mil personas. "Los jóvenes se ven expuestos, en comparación con los adultos, a una mayor incertidumbre económica y social. La probabilidad de estar desempleados es 3 veces mayor que la de los adultos", dice. Esto, sin embargo, no quiere decir que no se estén creando puestos para jóvenes. Adriana Besler, directora de Selección Regional de Adecco Argentina, otra empresa de empleo temporario, indica que entre el 50% y el 55% de los pedidos que tienen abarcan a los jóvenes a partir de los 18. Y agrega que desde el 2002 la demanda de empleos que recibe su agencia aumentó el 240%. Tanta es la necesidad que la compañía tiene jóvenes que van a reclutar a las escuelas secundarias y a las universidades. Sin embargo, la cantidad de postulantes para un puesto todavía sigue siendo abrumadora: 3 por 1. "El nivel de habilidades que se pide está subiendo", sostiene Besler.
Debido a la declinación de las escuelas técnicas, y al auge de la sustitución de importaciones, hoy es casi imposible encontrar un joven que sepa oficios industriales. "No hay técnicos. La gente tiende a profesionalizarse", dice Besler. Maximiliano Schellhas, de SESA Selec, indica, por su lado, que hay una enorme demanda de fresadores, torneros y otros oficios en la zona agroindustrial de Santa Fe y Córdoba. Sin embargo, ningún candidato a un puesto de este tipo en una fábrica tiene menos de 35, 40 años. Según explica, "hoy, sacando la cosecha, es importante el tema del secundario".
Para Galiani, el nivel educativo que se termine pidiendo a los nuevos trabajadores dependerá, en última instancia, del "perfil productivo que adopte el país". "Hoy hay mucha demanda de mano de obra que no se usaba tanto en los 90, cuando se expandió el sector servicios y se contrajo la industria", dice. El cree que mientras se mantenga el esquema de 3 por 1 habrá lugar para gente menos calificada en la industria del calzado o la textil. Pero aquellos sectores donde se haya producido un cambio tecnológico "no tendrán cabida".