En la Argentina se consumen seis millones de aspirinas por día. Son de distintas marcas y se utilizan con diferentes fines: calmar dolores, bajar la fiebre, darse ánimo o relajarse. En la mayor parte de los casos, además, no se compran en las farmacias, sino en quioscos, según fuentes vinculadas con laboratorios de primera línea.
En el ranking de los medicamentos más consumidos por la población, la aspirina es seguida por dos drogas para combatir enfermedades cardiovasculares, un antibiótico y dos ansiolíticos.
Entre esos cinco productos, los ansiolíticos representan más del 30% de las ventas. De hecho, los últimos datos difundidos por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) confirman una tendencia que ya venía registrándose: las sustancias para combatir la ansiedad y los estados de inquietud psíquica el estrés cotidiano que domina la vida de muchos argentinos se consumen cada vez más. Concretamente, hubo un aumento del 14% en ventas respecto de la misma fecha del año anterior.
En el primer trimestre de 2005 los medicamentos de mayor facturación fueron los destinados al sistema nervioso ($ 243 millones), seguidos por los usados para tratar afecciones de los aparatos digestivo ($ 189 millones) y cardiovascular ($ 163 millones) y los antiinfecciosos ($ 162 millones).
El ascenso de la facturación de medicamentos destinados al sistema nervioso se registró por primera vez a comienzos de 2004, cuando pasaron sorpresivamente del último al primer lugar en las ventas totales de la industria farmacéutica en el país.
En parte, no es algo sorprendente si se tiene en cuenta que muchos tienen un gran potencial adictivo y, mal consumidos, pueden generar dependencia, según sostiene el doctor Jorge Coronel, especialista en terapia intensiva que preside la Comisión de Medicamentos de la Confederación Médica de la República Argentina (Comra).
El doctor Coronel agregó que, si bien el estrés, la angustia y la difícil situación que atraviesa la sociedad explican en gran parte el aumento del consumo, "esto no es un fenómeno inocente. Muchas veces se consiguen estas sustancias sin receta médica, en el mercado negro, y por eso sería imprescindible que frente a la extensión del problema todas las partes involucradas se sentaran a dialogar y a buscar soluciones".
Fuera de las farmacias
"Durante un año, en las farmacias del país se venden alrededor de 17 millones de blísteres y entre 12 y 14 millones de envases de tranquilizantes", señaló el doctor Roberto Baistrocchi, magíster en prevención y asistencia de las adicciones y miembro de la Secretaría de Programación para la Prevención de la Drogadicción y Lucha contra el Narcotráfico (Sedronar), lo que confirma no sólo la importante proporción de psicofármacos que se consumen (820 millones de unidades en 2002, según ese organismo), sino también que en la mayoría de los casos las aspirinas no se compran en las farmacias.
Para el doctor Enrique Roca, protesorero de la Confederación Farmacéutica Argentina (Cofa), "el consumo de tranquilizantes y ansiolíticos aumentan por la autoprescripción".
Una encuesta realizada en marzo de 2003 por la Cámara Argentina de Especialidades Medicinales de Venta Libre (Capemvel) indicó que uno de cada tres argentinos se automedica.
Aquí, salir del consultorio médico sin un recetario de medicamentos parece haber ido a la consulta a perder el tiempo. Muchas veces es el mismo paciente el que presiona al médico para que le recete. "Y si el médico se mantiene en su postura y no indica un medicamento porque no lo considera necesario -agrega Roca-, el paciente cambia de médico. Algo similar ocurre cuando el farmacéutico no accede bajo ninguna forma a prescribir una droga sin la receta que corresponde. La persona cambia de farmacia hasta encontrar a algún profesional inescrupuloso, que accede a su pedido. O, de manera mucho más simple, compra el psicofármaco en algún quiosco, porque, aunque cueste creerlo, existen quioscos donde se venden?"
El doctor Jorge Franco, jefe del Servicio de Psiquiatría del Hospital de Clínicas agrega: "La automedicación evidencia una tendencia muy frecuente entre nosotros, que es la sobreprescripción. El médico que recomienda dieta, ejercicio o descanso es visto como poco incisivo.
También hay medicamentos a los que se les conoce un "uso recreativo". Por ejemplo, el sildenafil y otras drogas similares utilizadas para tratar la disfunción sexual eréctil.
El problema de la publicidad, según señala Roca, no es menor. "Y no hablo únicamente de la publicidad de medicamentos de venta libre en la vía pública, y en la televisión o medios gráficos -dice-, sino de la oferta de medicamentos que se registra en las góndolas de las cadenas de farmacias y que incitan a la gente al consumo por impulso. No se puede vender un medicamento por impulso... Me parece perfecto que se impulse a comprar otras cosas, pero no fármacos.