La globalización no está creando empleos nuevos y de calidad ni reduciendo la pobreza. (OIT/05/48)
GINEBRA (Noticias de la OIT) - El crecimiento económico mundial no se traduce en la generación de los empleos de calidad necesarios para avanzar hacia la reducción de la pobreza, destaca un informe publicado hoy por la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Esta tendencia mundial se manifiesta en forma diversa al considerar indicadores como la creación de empleos, la productividad, las mejoras salariales y la reducción de la pobreza en las diferentes regiones del mundo, plantea el informe. En la cuarta edición de la publicación Indicadores Claves del Mercado de Trabajo (ICMT) (Nota 1) se informa que, en la actualidad y desde una perspectiva mundial, la mitad de los trabajadores no obtienen suficientes ingresos para superar, ellos y sus familias, el umbral de la pobreza, que se cifra en dos dólares de los Estados Unidos al día. "El mensaje principal es que, hasta ahora, la cuestión de la seguridad en el empleo y de los ingresos para los trabajadores del mundo no ha sido una prioridad al momento de diseñar las políticas", dijo el Director General de la OIT, Juan Somavia. "La globalización aún no ha creado suficientes oportunidades de empleo decente y sostenible en el mundo. Eso tiene que cambiar, y muchos dirigentes son cada vez más conscientes de la necesidad de lograr que el trabajo decente para todos sea un aspecto central de todas las políticas económicas y sociales. Este informe es un instrumento del que pueden servirse para lograr ese objetivo". El estudio revela que, si bien en algunas zonas de Asia la expansión económica está promoviendo un crecimiento sólido del empleo y mejoras de las condiciones de vida, en otras zonas, como África y en algunas partes de América Latina, se observa un número creciente de personas que trabajan en condiciones menos favorables, en particular en el sector agrícola. Según los ICMT, para millones de trabajadores, los nuevos empleos apenas proporcionan ingresos que permitan superar el umbral de pobreza, o bien se encuentran muy por debajo de lo que cabría calificar de trabajo satisfactorio y productivo. En el último decenio el número total de trabajadores que viven con menos de dos dólares al día no ha descendido y sigue siendo de 1380 millones, aunque proporcionalmente representa algo menos del cincuenta por ciento del empleo mundial, lo que supone una disminución respecto de 1994 (57 por ciento). En el informe se hace hincapié en que, en muchas economías en desarrollo, el problema radica principalmente en la falta de oportunidades de trabajo decente y productivo, y no en el desempleo. Las mujeres y los hombres trabajan duro y con horarios prolongados a cambio de muy poco, ya que si no trabajan no perciben ningún ingreso. En esta nueva edición de los ICMT, se hace una descripción detallada de la cantidad y calidad del empleo en el mundo mediante el examen de 20 indicadores clave del mercado de trabajo. Los ICMT abarcan cuestiones tanto cuantitativas, por ejemplo la participación de la fuerza de trabajo, el empleo, la inactividad, la elasticidad del empleo, el empleo sectorial, la productividad laboral o el desempleo, como cualitativas, por ejemplo los horarios de trabajo, los salarios, la situación en el empleo, la duración del desempleo y otros asuntos.
El crecimiento económico no está creando empleo. En los últimos años el crecimiento económico y el crecimiento del empleo son cada vez menos correlativos, en el sentido de que el crecimiento no se está traduciendo automáticamente en la creación de nuevos puestos de trabajo. El indicador "elasticidades del empleo" que se utiliza en el informe nos permite observar la relación que existe entre el crecimiento económico- medido en términos de PIB- y dos variables que contribuyen al crecimiento, la variación positiva o negativa de las tasas de empleo y de productividad. En el estudio bienal se revela que, por cada punto porcentual de crecimiento adicional de PIB, el empleo mundial total sólo aumentó un 0,30 por ciento entre 1999 y 2003, lo que representa una disminución al compararlo con el 0,38 por ciento entre 1995 y1999.
El crecimiento con el más alto coeficiente de empleo se ha registrado en Oriente Medio y en África del Norte y subsahariana, con un aumento del empleo situado entre 0,5 y 0,9 por ciento por cada nuevo punto porcentual del crecimiento del PIB. Sin embargo, un examen de otros indicadores muestra que gran parte del crecimiento del empleo en esas regiones se produce en la categoría de "empleo por cuenta propia", que abarca a la mayoría de los hombres y mujeres que trabajan en la economía informal, donde las condiciones de trabajo son a menudo precarias. Mientras que se crean más puestos de trabajo en aquellas economías donde el empleo en el sector agrícola ocupa un lugar prominente, caso del África Subsahariana, muchos de esos empleos se crean en la economía informal, donde se registran bajos niveles de productividad y los trabajadores no obtienen ingresos suficientes para que ellos y sus familias puedan superar la pobreza. Por ejemplo, entre 1994 y 2004, el número de trabajadores que viven en África subsahariana con menos de un dólar al día aumentó en 28 millones.
En cambio, la expansión económica en Asia Oriental dio lugar a un crecimiento del empleo y de la productividad y a una reducción de las elevadas tasas de pobreza en la región. Sin embargo, en América Latina se observó entre 1999 y 2003 una disminución de la densidad del empleo resultante del crecimiento. Al mismo tiempo, el número de trabajadores pobres de la región que vivían con un dólar al día aumentó en 4, 4 millones. En los últimos años, el coeficiente de empleo del crecimiento económico en América Latina ha sido relativamente más elevado para las mujeres que para los hombres, lo que se ha traducido en una importante disminución en la región de las diferencias en cuanto a la participación de la mujer en la fuerza de trabajo.
En Europa Occidental y en América del Norte, el sector de los servicios fue el que experimentó el crecimiento más importante, tanto en términos de valor añadido como de crecimiento del empleo. Entre 1991 y 2003, por cada punto porcentual de crecimiento en el sector de los servicios, el empleo aumentó un 0,57 por ciento en América del Norte, y un 0,62 por ciento en Europa Occidental. Sin embargo, en el informe se pone de manifiesto la divergencia de los resultados en términos de empleo entre América del Norte y Europa Occidental entre 1991 y 2003; así, entre 1991 y 1999, la densidad del empleo resultante del crecimiento disminuyó en el primer caso y aumentó en el segundo, con una reducción más pronunciada en América del Norte y menos pronunciada en Europa Occidental entre 1999 y 2003.
Aumento de las desigualdades mundiales en materia de salarios.
En la cuarta edición de los ICMT se muestra que, entre 1990 y 2000, los salarios aumentaron a un ritmo más acelerado en todo el mundo en las ocupaciones que requieren un alto grado de calificación que en las poco calificadas. Si bien no se desprende de esos datos que se haya producido un deterioro general de la situación salarial de los trabajadores poco calificados, sí demuestran el aumento de la desigualdad salarial entre los trabajadores altamente calificados y los trabajadores poco calificados durante el decenio de 1990. En las economías desarrolladas, la creciente desigualdad salarial se atribuye principalmente a la mayor demanda de mano de obra muy calificada, cuya oferta es escasa, y a una menor demanda de trabajadores con niveles de educación inferiores. Aunque su repercusión sea menor, entre los factores que contribuyen a esta situación se citan el aumento del comercio con los países en desarrollo y el incremento de la inmigración de trabajadores poco calificados. En cuanto a los países en desarrollo, entre los factores que inciden sobre la creciente desigualdad salarial cabe mencionar las primas salariales sectoriales, que son consecuencia de cambios de la política comercial y que favorecen a los trabajadores de determinados sectores, el desarrollo de la economía informal, que suele entrañar niveles salariales más bajos y condiciones de trabajo menos favorables, y la escasez de mano de obra muy calificada.
Los costos laborales y la productividad de la mano de obra presentan resultados desiguales en términos de competitividad mundial.
En el informe se llega a la conclusión de que la competitividad de una economía con altos niveles salariales no se ve inmediatamente amenazada por menores costos laborales imperantes en otros países, ya que los países con bajos costos laborales también suelen caracterizarse por menores niveles de productividad. Se demuestra que la competitividad viene definida por una suma de resultados de elementos del proceso productivo - el costo de utilización de la mano de obra (compensación laboral) y la productividad laboral (producción por trabajador) - y por la fluctuación de los tipos de cambio. Del análisis de la competitividad hecho en el informe a partir del indicador "costos laborales unitarios" se desprende lo siguiente:
En la Unión Europea-15, lo que ha amenazado la situación de la región en términos de competitividad respecto de los Estados Unidos no han sido tanto los elevados costos laborales como la baja productividad del sector manufacturero y la subida del euro. El nivel de costo laboral unitario del sector manufacturero del Japón no sólo ha sido más elevado que el de los Estados Unidos, sino que también ha sido más elevado que el de la UE-15. Sin embargo, desde mediados de los noventa, la brecha se ha reducido gracias a la moderación del crecimiento de salarios en Japón, al debilitamiento del tipo de cambio entre el yen y el dólar de los Estados Unidos y a la mejora en términos comparativos de la competitividad del sector manufacturero japonés. La República de Corea ha experimentado una rápida mejora de la productividad de la mano de obra respecto de los Estados Unidos, pero los costos laborales unitarios del país han aumentado debido al rápido crecimiento de los salarios registrado a principios de los 90. En México, la situación se ha deteriorado en lo que respecta a la productividad, pero los costos laborales unitarios han seguido siendo muy inferiores a los de los Estados Unidos debido a que también se ha registrado un descenso de los niveles de compensación laboral.
Los Estados Unidos siguen disfrutando de las mayores tasas de productividad, medidas en términos de valor añadido por trabajador. Pese a una evolución más rápida de las tasas de crecimiento de la productividad en algunos países de la Unión Europea, y especialmente en los nuevos Estados Miembros de la UE, la brecha de la productividad (medida en términos de valor añadido por trabajador) entre los Estados Unidos y las economías más desarrolladas ha seguido acentuándose. A este respecto, Irlanda constituye una excepción, pues esta brecha de la productividad no ha dejado de reducirse de manera constante desde el decenio de 1980. Sin embargo, el panorama es ligeramente distinto si la productividad se mide en términos de valor añadido horario. Según este criterio, algunos países europeos son más productivos que los Estados Unidos, y en otros la brecha a este respecto es menor. Sin embargo, la mayoría de los trabajadores europeos trabaja menos horas y disfruta de más vacaciones que sus homólogos estadounidenses. En Europa central y oriental, la transición hacia la economía de mercado resultó en un incremento de la productividad acompañado de un descenso del nivel de empleo. Los nuevos Estados Miembros de la UE presentan una importante ventaja en términos de competitividad internacional, con un nivel de costos laborales que representa en torno al 70 por ciento del nivel de los Estados Unidos. Sin embargo, la mayor competitividad no beneficia a la población en términos salariales ni de creación de empleo. En esta región se registran algunas de las tasas de desempleo más elevadas del mundo, y muchos de los que no tienen trabajo han renunciado pura y simplemente a buscar empleo, tal y como lo demuestran las elevadas tasas de inactividad de la región.
Otras conclusiones fundamentales de los ICMT demuestran que: En los mercados de trabajo de todo el mundo, la participación de la mujer sigue acercándose a la del hombre. Ello no obstante, la presencia de la mujer en los empleos poco remunerados, de baja productividad y a tiempo parcial sigue siendo desproporcionada, y en muchas regiones como Oriente Medio, Africa del Norte y Asia Meridional, la participación de la mujer en el mercado de trabajo sigue siendo muy inferior. Mientras que la pobreza laboral más extrema sigue agravándose en Africa, se ha reducido en Asia y en Europa central y oriental. La tasa de desempleo de los jóvenes suele duplicar a la de los adultos, y en algunos casos es aún más elevada. Sin embargo, en la mayoría de los países, la tasa de analfabetismo de los adultos es más elevada que las de los jóvenes, lo cual permite pensar que los jóvenes están cada vez mejor preparados para el mercado de trabajo. Las economías desarrolladas y la Unión Europea tienen que hacer frente a una infrautilización creciente de los recursos laborales, entre los que se incluyen los desempleados y los trabajadores que se ven obligados a trabajar a tiempo parcial pero que buscan un empleo a tiempo completo. Tanto en Francia como en Italia, la tasa de mano de obra infrautilizada alcanzó el 21 por ciento en 2004, mientras que en 1994 era del 17 por ciento en Francia y del 12 por ciento en Italia.