ASOCIACION DEL PERSONAL DEL INSTITUTO NACIONAL DE TECNOLOGIA AGROPECUARIA

El Mundo del Trabajo

  • 30-06-2005

    En África la desnutrición mata más gente que la malaria y el sida

    En Africa, la desnutrición mata más gente que la malaria, la tuberculosis y el sida juntos. Los más poderosos deben actuar para revertir una realidad que se extiende por otras regiones poco desarrolladas.

     

     

    Por
    Olusegun Obasanjo. Presidente de Nigeria

    En el vientre de Africa hay un dolor que no se va. Roe nuestras metas de desarrollo y debilita nuestras economías. Destruye las vidas de los jóvenes y acorta la expectativa de vida de los viejos; y sin embargo, de alguna manera, está siendo olvidado.

    ¿Cuál es este flagelo? ¿Algún virus fulminante que no tiene cura? Si fuera tan dramático y cautivamente, podría atraer más atención. En realidad, es mucho más prosaico. El flagelo de Africa es el hambre. En vez de retroceder, avanza, y en este momento consume más vidas que nunca.

    Una persona hambrienta es una persona enojada y peligrosa. A todos nos conviene erradicar la causa de ese enojo. En mi país hay un dicho: quitándole el hambre a la pobreza, la pobreza se reduce a la mitad. Por eso es crucial que para nosotros sea una prioridad librarnos de esta plaga en nuestro desarrollo.

    Este año en el cual se ha concentrado tanta energía en la campaña Make Poverty History (Hagamos de la pobreza, historia) y la Comisión para Africa, deberíamos recordar que el hambre y la desnutrición siguen matando más gente que la malaria, la tuberculosis y el VIH/sida juntos.

    La comida es el alimento de la vida. Sin ella, el libre comercio, la reparación por la deuda y la ayuda para la pobreza significarán muy poco para los millones de agricultores africanos que trabajan el suelo y alimentan sus cabras lejos de la mirada benévola del mundo desarrollado.

    No deberíamos olvidar que el primero de los Objetivos de Desarrollo del Milenio de la ONU es que haya un firme compromiso, por parte de los gobiernos, de "erradicar las condiciones abyectas y deshumanizadoras de pobreza extrema y hambre a las cuales se ven sometidas en la actualidad centenares de millones de personas".

    La triste realidad que enfrentamos hoy es que si bien la pobreza global bajó un 20% durante la década de 1990, el número de personas hambrientas aumentó. Los esfuerzos tendientes a aliviar la pobreza han resultado altamente exitosos en poblaciones que tienen cierto acceso a servicios sociales y a la economía de mercado. El hambre mundial forma parte en cambio de una subclase cada vez más numerosa que no tiene acceso a nada.

    En la última mitad de la década, cada año fueron casi 5 millones más las personas hambrientas. Hoy, en el mundo entero, el número de los que saben lo que es irse a dormir con hambre alcanza 852 millones de individuos.

    Si bien hay pruebas de un progreso lento hacia el objetivo de que la pobreza pertenezca al pasado, esa subclase crece y el mundo pierde terreno en su propuesta de reducir a la mitad la proporción de quienes sufren hambre para 2015. En un país como Nigeria, se han trazado cuidadosamente políticas para impulsar la producción de alimentos, fortalecer al sector agrícola, aumentar las exportaciones de alimentos y los ingresos, y crear empleos para cientos de miles de personas.

    Como presidente de la Nueva Alianza para el Desarrollo de Africa, he solicitado la colaboración del Programa Mundial de Alimentos para fortalecer la agricultura y la investigación y compartir las mejores prácticas con el fin de aumentar drásticamente la productividad. Además, los ahorros de la deuda y el servicio de la deuda pueden canalizarse a estos sectores que benefician al pueblo directa e inmediatamente.

    El Programa ha puesto un precio a lo que costaría erradicar el hambre entre los 300 millones de niños de Africa y otros lugares que viven con los síntomas destructivos y debilitantes del hambre: US$ 5.000 millones, si se apuntaran cuidadosamente a mejorar la nutrición para los 100 millones de niños más necesitados, podrían causar un impacto sísmico.

    El plan prevé una asociación entre países ricos y pobres. Aumentar la provisión de alimentos y reducir el hambre es una meta en toda Africa, de modo que se alentaría a los países en desarrollo a jugar un papel importante, aportando alimentos por el valor de US$ 2.000 millones para satisfacer las necesidades de mujeres y niños, especialmente a través de los programas de alimentación escolar. Se supone que el mundo desarrollado, por su parte, aportaría el saldo de US$ 3.000 millones.

    Cuando pienso en Africa en este momento, me recuerda a Oliver Twist. Igual que él, Africa está luchando por salir dignamente de la pobreza y del desdén. Es inaceptable que Africa se vea obligada a sentarse a la mesa de los poderosos para decir: "Por favor, señor, quiero más."

    No tiene por qué ser así. Asociados, tenemos la oportunidad de hacer frente a estos obstáculos al desarrollo en Africa y otros lugares. No podemos olvidar que el hambre es la sierva voraz de la pobreza. Si no destruimos a una, nunca arrojaremos a la otra al cubo de la basura de la Historia.

    Copyright Clarín y The Guardian, 2005.
    Traducción de Cristina Sardoy.

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